@aespildorag

viernes, 21 de agosto de 2015

Contribución al nuevo paradigma educativo desde los límites


Parto en esta entrada de la serie sobre el fraude científico escrita por Joaquín Sevilla en el portal Cuaderno de cultura científica de César Tomé. J. Sevilla, profesor de la Universidad pública de Navarra estudia en profundidad el fraude científico. Señala que por cuestiones intelectuales (puramente científicas) o por presiones profesionales, las investigaciones se deslizan por la senda de la falta de verificación y frecuentemente lindan e incluso alcanzan el fraude. científico:

Por un lado tenemos la autoimagen de rectitud, y por otro la tentación del beneficio fácil y entre ambos polos se establece una tensión que se resuelve con el establecimiento de un umbral de lo aceptable, un cierto nivel de deshonestidad que podemos racionalizar que resulta tolerable.

Sevilla sigue a Nicholas Turro en dos proposiciones:

El camino de la gran ciencia no es que esté ensuciado con algunos errores históricos, está construido mediante un proceso de corrección de errores constante.

La incertidumbre es parte de todas las ciencias, y los juicios subjetivos son inevitables en la mayoría de los campos, pero los fenómenos estadísticamente marginales en el umbral de la percepción humana son fáciles de malinterpretar.

Y aquí entramos en la innovación entendida como búsqueda que va más allá del paradigma establecido (sigue el modelo de paradigma y revoluciones de Thomas Kuhn). Textualmente dice J. Sevilla:

En esta tarea van apareciendo casos que no encajan, anomalías. Mientras no son demasiadas pasan desapercibidas pero a medida que la cantidad de anomalías aumenta, puede dar lugar a una situación de crisis que se supera con la creación de un nuevo paradigma. El nuevo esquema es mejor que el anterior dado que debe explicar las mismas cosas que el anterior más las anomalías, o al menos buena parte de ellas.

La difusa frontera de la deshonestidad

Profundizando en los dos tipos de fraude

¿Qué ocurre con el cambio de paradigma educativo?

Antes de cualquier otra reflexión, quiero valerme de una cita de Adorno, filósofo de la Escuela de Frankfurt:

La educación en general carecería absolutamente de sentido si no fuese educación para una autorreflexión crítica.

Creo que la expresión “autorreflexión crítica” debe acompañar cualquier indagación educativa. La “autoevaluación crítica” proporciona límites de autoevaluación para observar los resultados conseguidos, los procedimientos establecidos, las anomalías encontradas, las diferencias resultantes en función de posibles variables utilizadas, los intereses en juego, etc.

El límite de contenido para el cambio de paradigma es desde luego la necesidad de superar anomalías que actualmente existen en el ámbito educativo, esto es, solventar parte de los problemas que actualmente encontramos en las aulas. Los cambios no valen si no sirven para modificar la realidad educativa: mejorar la motivación del alumnado, generar metodologías que favorezcan el aprendizaje, hacer mejores personas, conseguir mejores profesionales, etc. Esto podríamos resumirlo en las 4 formas de aprendizaje:

  • Aprender a ser.
  • Aprender a conocer.
  • Aprender a hacer.
  • Aprender a convivir.

Sabemos que hay grandes necesidades en nuestras aulas y que es urgente crear un nuevo paradigma, pero en todo caso debemos ser autocríticos para que cualquier cambio no sea anecdótico, superfluo o meramente tecnológico. Las modificaciones tienen que atender a necesidades reales y a solventar las anomalías educativas observadas.

Las redes sociales proporcionan formas maravillosas para compartir información y experiencias. A través de ellas he encontrado poderosos recursos y grandes experiencias. A estas alturas entiendo que la crítica desmedida que formula Vargas Llosa a las mismas no tiene fundamento, máxime cuando posiciones muy similares se han vertido en momentos análogos de la historia en relación a cambios homólogos. No obstante, Vargas Llosa recoge una denuncia clásica nada despreciable emitida por Mcluhan para con la televisión y que tiene, si cabe, más vigencia con las redes sociales: los medios no son nunca meros vehículos de un contenido sino que modifican nuestra manera de pensar y de actuar. En la línea de Mcluhan se pronunciaron importantes pensadores como Jean Baudrillard que advirtieron acerca de esta civilización del espectáculo que hay tras una pantalla. Pero aquí estaríamos ante la cuestión siempre fatídica de los límites y es desde luego otra historia.

¿Qué observaciones percibo?

seguidamente dejo a modo de retazos fragmentarios algunas observaciones no científicas, puramente subjetivas y que muy posiblemente pueden ser refutadas. Simplemente las manifiesto como experiencias personales: así las vivo y así las comparto. Como expresa Boris Cyrulnik, “hasta las palabras públicas tienen un sentido privado”.

  • Despersonalización de contenidos, lo que conlleva una difusión en ocasiones de contenidos anónimos, frecuentemente sin conocer las bases de su fundamentación. Esta despersonalización conlleva una ausencia del aspecto experiencial. No rechazo la construcción colectiva de recursos sino una presentación poco experiencial de los mismos.
  • Hipertrofia de recursos, en gran medida consecuencia de la facilidad para compartir y de en ocasiones la banalización de un simple tweet, compartir o enviar.
  • Dificultad para construir un sentido a este puzzle educativo como resultado de la dispersión y de la aceleración de teorías que aparecen en el escenario y rápidamente se esfuman.
  • La presentación muy habitual de teorías bajo un paraguas científico cuando no siempre es así.
  • Confusión del fin por el medio, lo que profusamente lleva a erigir la tecnología en la medida de todo lo educativo.
  • La superabundancia y la despersonalización comporta implícitamente una devaluación del producto. La acumulación resta valor.
  • Es normal que las teorías educativas se defiendan con todas sus ventajas, casi como panaceas. Me gustaría advertir que las cosas aunque necesitamos cambiarlas no siempre son tan fáciles, que hay muchos elementos de rozamiento y de choque que también aparecerían en estas tesis. Siempre he estado muy interesado por los límites, por los problemas, por la indagación autocrítica: ¿qué puede seguir saliendo mal pese al cambio?

Después de tantas objeciones, cualquiera podría acusarme de estar en contra de las redes sociales y hasta del cambio de paradigma educativo. Nada de eso. Puede leerse mi opinión en Reflexiones de un docente en cambio¿, por ejemplo, o en otras entradas de este blog. Sólo comparto algunas reticencias, aun cuandoestoy en las redes y tengo un blog. De hecho considero que las redes y los blogs son parte también del cambio de paradigma. Por ejemplo, la polifonía de opinión abierta desde la blogosfera educativa es una manera formidable de generar experiencias compartidas, pero siempre que sean experiencias personales o reflexiones que se alejen de lo embotellado. La autocrítica debe estar en cualquier reflexión como una autoevaluación para seguir indagando y reconstruyendo. De lo contrario acabaremos cayendo (mutatis mutandi) en una “educación patológica” parafraseando a Irving Langmuir.

Y aquí enlazamos con el inicio de esta reflexión: los aspectos de riesgo que antes expuse pueden llevarnos a un fraude educativo, por caer en una despersonalización, en falta de especialización, en contenidos compartidos sin corroborarlos experiencialmente, en una manipulación interesada al socaire de la instantaneidad, de la novedad y de un todo vale en el nuevo paradigma educativo. Las enunciaciones de las nuevas tendencias educativas sólo servirán si consiguen corregir las anomalías del paradigma anterior.

Referencias

J. Sevilla (2015) La difusa frontera de la deshonestidad. Cuaderno de cultura científica.

J. Sevilla (2015) Profundizando en los dos tipos de fraude. Cuaderno de cultura científica.

T. Adorno (1973) Consignas. Buenos Aires: Amorrortu. La cita transcrita puede leerse en el ensayo La educación después de Auschwitz.

B. Cyrulnik (2005) El amor que nos cura. Barcelona: Gedisa.

M. Vargas Llosa (2012) La civilización del espectáculo. Madrid: Alfaguara.

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